Abril 2017
Defender nuestros derechos y las instituciones
 

Estamos viviendo un mes de marzo donde la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense se encuentran en un momento de alta conflictividad social. Tras doce años de gobierno de un partido y un año de otra expresión política, vemos las calles tomadas por piqueteros, algunos genuinos en sus reclamos y otros que hacen del piquete su modo de vida, los chicos sin clases, uno de cada tres argentinos sumergido en la pobreza en un país inmensamente rico.

Toda la clase política, con más o menos responsabilidades, debería archivar para siempre las epopeyas ideológicas imaginarias a la que son tan adeptos y que nos han llevado a la progresiva pauperización en los conurbanos de las grandes ciudades, al crecimiento exponencial de la inseguridad y del narcotráfico, a los caminos y ferrocarriles destruidos, a las escuelas y hospitales devastados, al colapso del sistema energético y a niveles de corrupción jamás vistos en nuestro país y pocas veces en el mundo.

Además, todos los sectores exigen y reclaman soluciones urgentes a problemas que llevan años de deterioro y muchas veces esos sectores son los mismos qué callaban en otras épocas.

Nosotros en el sector salud, especialmente en el sector público, sabemos todos los problemas que tenemos y que son de larga data. Las condiciones de trabajo deplorables, los sueldos bajísimos para una tarea con tanta responsabilidad, la violencia instalada en la sociedad que ha llegado a los hospitales, son circunstancias que conocemos y que no son fáciles de resolver rápidamente.

Pero ello no hace que se deba salir a la calle para, con el pretexto de una lucha gremial o un homenaje justo, socavar y destruir los cimientos de una democracia que nos costó tanto construirla y mantenerla y pedir que se vayan autoridades legítimamente elegidas por el pueblo.

El Gobierno debe reordenar la economía, debe recrear consensos y soluciones, debe contemplar con más dedicación a aquellos sectores más vulnerables, todos los ciudadanos debemos defender nuestros derechos pero defendiendo a la vez las instituciones y la Constitución.

Es la única manera de vivir en una democracia. Y debemos cuidarla.

 
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