EDICIÓN DICIEMBRE 2005  
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DIA DEL MEDICO
 
Vivir de los recuerdos no es aconsejable en un mundo que comunitariamente, exige más que nunca mayor solvencia moral y cultural, estrategias precisas contra una inseguridad humanamente inconcebible y una voluntad inquebrantable para no ser distraído en su permanente objetivo de subsistir. Mundo que además avanza y cambia velozmente en todo sentido.
 
No obstante, para no tropezar con circunstancias ya vividas por otros y liberar el camino de obstáculos conocidos, cada tanto es conveniente mirar hacia atrás y recordar aquello que hicieron otros hombres, voluntariosos e inteligentes, que pensaron en los hombres y mujeres que vendrían y cuyos esfuerzos permitieron superar entre muchas cosas, enfermedades que diezmaron endémicamente poblaciones enteras.
 
Uno de esos fue el médico hijo también de médico y de madre francesa, nacido en el año 1833 en Camagüey, provincia cubana, el Dr. Carlos J. Finlay. Sanitarista por vocación, volvió a La Habana donde se radicó definitivamente, luego de doctorarse en Medicina en 1855 en el Jefferson Médical College de Filadelfia.
 
Se especializó en Epidemiología y aportó conocimientos sobre lepra, filariasis, triquinosis, cólera, beri-beri, fiebres recurrentes y tuberculosis, pero siempre dirigiendo sus observaciones y estudios a la fiebre amarilla.
 
Se sabe que con anterioridad hubieron investigadores que sospecharon sobre la existencia de un insecto vector en la transmisión de dicha enfermedad, J. Crawford en 1807, J.C.Nott de Albania en 1848 y Beauperthy en 1854.
 
Pero fue Finlay quien específicamente señaló al mosquito como vector de la enfermedad. Sus trabajos presentados en febrero de l881 en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington y en agosto del mismo año en la Academia Real de la Habana, titulado "El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla", le sirvió para su identificación definitiva con esa endemia.
 
Sin embargo una circunstancia, como siempre ocurre, la guerra entre EEUU y España, hizo que el Mayor médico Walter Reed en l898 conociera al Dr. Finlay, ante las numerosas bajas del ejército americano por la endémica fiebre y el sabio cubano dejara de esa manera de ser ignorado y pudiera llevar sus investigaciones a la Comisión Norteamericana creada para eliminar el citado flagelo, propagado por el mosquito Aedes Aegypti (antes Culex Fasciatur).
 
La gloria merecida del Dr. Carlos J. Finlay, fue el producto de años de estudios, de una férrea voluntad investigadora y no se sabe de cuántos momentos de incomprensión y soledad. Tantos como él, contribuyeron a través del tiempo para que la humanidad superara enfermedades y mejorara sus condiciones de vida. Valdría recordarlos, pues no están en nuestra memoria cotidiana, pero no alcanzarían las páginas de este mensuario para citar a cada uno de ellos y lo que hicieron.
 
La presente nota dedicada sucintamente a la memoria del Dr. Carlos J. Finlay y sus servicios aportados a la humanidad, elegido para poner al "Día Panamericano del Médico" bajo su advocación, es decir en representación de todos los médicos, figuren o no en la galería de los destacados por la trascendencia de sus aportes, tiene también por objetivo recordar que el día 3 de diciembre de cada año, fecha en la que se celebra el "DIA DEL MEDICO", con justicia, como se menciona precedentemente, se lo hace en su homenaje y en el de todos los que ejercemos esta noble y humanitaria labor.
 
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