EDICIÓN ENERO 2007  
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En un banco de plaza cualquiera
 
Increíblemente cierto pero en nuestra imaginación y con plena conciencia. Discurríamos sobre cosas…y acontecimientos, comunes a cualquier habitante de una gran ciudad. Indudablemente haciendo gasto del momento de ocio que le pertenece a cualquier persona y que recurre sin costo alguno a su memoria, al mismo tiempo que hace uso con un caro amigo del aire fresco de una noche estrellada, sólo interrumpida en su profunda oscuridad por las luces de las farolas que, de no creer, funcionaban en la remodelada plaza donde estábamos.
 
En ese marco nada despreciable por su contenido, donde además reina el silencio a manera de fondo, sólo interrumpido por el ruido amortiguado de nuestras pisadas sobre el camino embaldosado, que nos guiaba casi directamente hacia un aparente cómodo banco también recientemente restaurado, como parte de una política de remodelación de estos pulmones citadinos, nos dirigimos al mismo para continuar una conversación iniciada momentos antes.

No bien estuvimos sentados, habiendo estirados nuestros miembros inferiores lo máximo posible y abierto ambos brazos, el amplio banco lo permitía, como señal de quietud y relajación muscular, sin humo de cigarrillos pues ninguno de los dos fumábamos, ocurrió algo sobre aquello que veníamos hablando, se apagaron todas las luces no sólo de la plaza sino también de todo el sector que nos rodeaba, era un apagón.

No nos extrañó, los diarios y los informativos radiales y televisivos reiteradamente comentaban de la falta de energía eléctrica, comentarios que con igual frecuencia las autoridades respectivas desmentían. Para nuestros objetivos de ese momento, que pretendían de alguna manera ver en la oscuridad que nos rodeaba, aquello que con la claridad del día ocurría en el país que muchas veces soñamos de otra manera, no nos afectaba y en consecuencia permanecimos tal como habíamos llegado.

Mi amigo es al igual que yo médico y los dos tenemos varios por no decir muchos años de profesión. Como tantos otros colegas padecimos y aun sufrimos el desafecto social, expresado de variadas formas no inimaginables algunos años atrás. Somos contemporáneos y testigos vinculantes, de la evolución científica y tecnológica de nuestra profesión, como también de la decadencia desconsiderada del reconocimiento que otrora existió respecto a la personalidad del médico, tanto por parte de las autoridades que nos fueron gobernando a través de dichos años, como de los pacientes que confundieron, por pertenecer a una obra social o a un sistema prepago, aunque de hecho no todos, la preocupación y la humanización de la actitud del colega hacia estos, con una subordinación laboral obligatoria, sin sospechar que este, a pesar de la magra retribución que recibía, continuaba la consulta aun sin la presencia del paciente en la soledad de su consultorio, releyendo la historia clínica de aquel, para evitar errores no obstante su experiencia y conocimientos.

Por aquellos tiempos, ya existían la FUBA y la FUA, pero entre nosotros, desconocíamos sus dirigentes, solo nos interesaba estudiar, con mayor o menor dedicación, jamás se nos hubiera ocurrido impedir una reunión del rectorado y menos pretender imponer una mayoría estudiantil en las decisiones.
No solo estudiábamos, teníamos tiempo para divertirnos y también hacer deportes. Algunos nos interesábamos por el fútbol, pero jamás hubiéramos pensado que un futbolista nos representara en el mundo y se lo confundiera a nivel nacional con personajes distinguidos de nuestra historia o se lo convirtiera en vínculo necesario con representantes presidenciables de países vecinos.

Pensábamos con mi amigo mientras avanzaba la noche, intercalando cada tanto aquella expresión de ¿te acordas hermano?, como han cambiado los valores con los que la sociedad califica a sus integrantes. Antes como todos sabemos habían ladrones, algunos más hábiles que otros, pero eran solamente ladrones, casi como una " profesión" fuera de la ley y alguno que otro asesino que por lo general reunía las características descriptas por Lombroso. Hoy el ladrón también es asesino y el asesino ladrón.
La intolerancia social es abrumadora a tal punto, que se trata de evitar cualquier controversia callejera con personas desconocidas, porque se ignora el grado de reacción y sus consecuencias.

Se puede observar el comportamiento del público en los estadios de fútbol, que ha perdido la hidalguía de la derrota y la violencia extrema frecuenta el hecho deportivo. Aquel desahogo de las populares, donde se lloraba de alegría mientras se abrazaban festejando el gol del equipo del cual se era hincha o partidario, o se recitaba un rosario de insultos, algunos ingeniosos, cuando el gol lo hacía el equipo contrario, ha sido remplazado por la furia descontrolada, que deja heridos y hasta muertos con demasiada frecuencia. En esas populares se mezclaban comerciantes, industriales, canillitas, lustrabotas, etc., que se comportaban como se expresó al comienzo de este párrafo. En la actualidad es zona perteneciente a un grupo de individuos que se auto denominan barras bravas, cuyo rol es intimidar a dirigentes, jugadores y público, para obtener beneficios personales.

Mientras continuábamos introduciendo en una bolsa recuerdos y comparaciones, cada tanto uno de nosotros giraba la cabeza por precaución, tratando de ver en la oscuridad, toda vez que el tenor de la conversación no salía del círculo de la inseguridad. Palabra ignorada por las autoridades responsables, sea por desconocer su significado, carecer de la pericia indispensable para trazar una política adecuada o deliberadamente dejar hacer para distraer a la sociedad aplicando el aforismo de "a río revuelto ganancia de pescadores" y simultáneamente usufructuar con destinos inciertos los recursos públicos.
A medida que avanzaba la noche cada vez más oscura, nuestra conversación se hacía más interesante. Se nos acumulaban desordenadamente las ideas y el recuerdo de los hechos que tuvimos conocimiento y cada uno, temiendo que se nos terminara la noche a veces interrumpía al otro sin que este concluyera la idea.

A propósito de la inseguridad le comentaba a Oscar mi amigo, que había cambiado las rejas de mi casa por otras en apariencia más seguras. Respondiéndome que no hay medidas de seguridad que nos mejoren la vida, que le agreguen la tranquilidad que años atrás tenía, salvo que uno fuera funcionario y dispusiera de guardaespaldas, pues los chorros que se manejan en patotas, asaltan y matan en plena avenida Santa Fe, Libertador,etc. o en cualquier semáforo que estuviera en rojo y se debiera parar.

Por otro lado las zonas liberadas que antes eran contadas con la mano y fuera del radio céntrico, hoy se han extendido hasta los límites del propio país, llegando al extremo que se han cumplido dos meses de la desaparición de Jorge López, el famoso testigo del caso Etchecolastz, sin que la inteligencia policial o de la SIDE obtuviera algún resultado. Hablando de secuestros, en la actualidad se cuentan diariamente y con distintas modalidades. Según los analistas de estos casos y los psicólogos sociales su origen estaría en la injusticia social, aunque algunos avezados en el asunto se inclinan por el transporte y venta de drogas prohibidas. ¿Te imaginabas hermano, no hace mucho tiempo, que en la ciudad del obelisco se pelearan bandas por la distribución de cocaína? Tal vez, el punto medio sobre las causas de estos hechos, esté en la deformación de los estratos sociales antes perfectamente delimitados, el advenimiento y el uso o abuso de los derechos humanos, la desviación con otros fines de los recursos necesarios y la falta de políticas oficiales que aludimos precedentemente., pues querido amigo pobres siempre existieron y no recuerdo que la delincuencia ocupara tanta tinta y tanto espacio en los noticieros.

Sea cual fuere la causa o las causas, no dudamos que la seguridad en la Argentina está colapsada.
¿Te recuerdas del cuento chino? ¿Cuál el de los veinte mil millones de dólares? Exactamente, bueno eso ya es historia antigua e inconclusa, el problema que se nos presenta ahora, es que el superávit comercial transitorio que nos beneficiaba con dicho país, estamos a punto de trasformarlo en un déficit, pues en poco tiempo importaremos productos industriales y bienes de capital de origen chino. Veremos pronto en nuestras propias narices, la realidad de la metodología que aplica dicho país para su enorme crecimiento. La misma consiste en comprar e importar tecnología extranjera y con autorización inteligentemente copiar los secretos de la misma para luego reproducir con mano de obra barata los productos que fabrican con su sello nacional y exportarlos con precios imposible de competir.

Alguna otra pálida le preguntaba a Oscar, cuando vino la luz y mágicamente la plaza recobró su imagen inicial. Si....Respondió mi amigo, pero se ha hecho un poco tarde y lo dejaremos para otra noche. Quedaron el hospital de Clínicas, el paro agropecuario, las tierras vendidas a extranjeros y no solamente tierras, están a la venta las pocas industrias de capital nacional que nos quedan, una de ellas gracias a la intervención de la azafata hoy embajadora Castro y al siempre atento a las necesidades argentinas el bolivariano Chaves, el caso Sancor, podría continuar siendo argentina, (¿tendríamos que ir eligiendo un nuevo color de bandera?), el caso agravado por desinteligencia de las pasteras, el robo de la cartera de Bárbara Bush, un futuro gobernado por mujeres y un pronóstico de un mundo envejecido, feminista y económicamente distinto, etc.etc., es decir hay temas para varias noches más.

Mi querido amigo, le decía a Oscar. ¿La ley antitabaco acaso no es positiva y las elecciones en la Pcia. de Misiones no fue un ejemplo?. Si.. Estimado Carlos mi preocupación es ¿Qué hicimos los dos mientras ocurrían todos los acontecimientos que sucedieron y siguen ocurriendo?

Nada, ser espectadores asombrados como muchos otros, de la decadencia moral y económica de nuestro país. En realidad no podíamos hacer nada, no éramos políticos, ignorábamos como se trabaja para la corona, ni teníamos ambiciones de poder. Solamente ejercimos la medicina de la mejor forma posible, como nos inculcaron nuestros maestros y cumplimos con las obligaciones ciudadanas y familiares que nos correspondía como nos enseñaron nuestros padres.

Nos dimos un abrazo y cada uno se fue para su casa, pensando que ¨los problemas como siempre eran de nosotros y las vaquitas fueron y seguirán siendo ajenas¨. Sin embargo, algo de esperanza invadía nuestras confundidas ideas y recuerdos, pues con el mismo silencio que reinaba en la noche, sabíamos que muchos hermanos argentinos solidariamente continuaban buscando las verdades y los responsables de los desaciertos deliberados o no, que nos hundieron dentro y fuera de los límites de nuestro territorio.
Estábamos también íntimamente convencidos que no nos faltaría oportunidad para unirnos a ellos.
 

Dr. Carlos Vázquez de Novoa

 
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