EDICIÓN NOVIEMBRE 2007  
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Opiniones contradictorias generan confusión
 




En septiembre de 1978 se realizó en Aloma-Ata, ciudad entones perteneciente a la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hoy República de Kazajstán, una “Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de la Salud”. Patrocinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), estaban presentes además representantes de 134 naciones y 67 organizaciones internacionales. Finalmente se dio a conocer una declaración conjunta, que desde entonces se conoce como Alma-Ata.

En ella se instaba a los gobiernos y a los agentes de la salud y desarrollo y a la comunidad mundial, para que adopten medidas a fin de proteger y promover la salud de sus ciudadanos. Proponían como herramienta fundamental del cambio a la Atención Primaria de la Salud (APS). Se denominaba así a la asistencia sanitaria esencial basada en métodos y tecnología práctica, fundados científicamente y aceptados por todos, con costos sostenibles en el tiempo.

La familia y los individuos de la comunidad participarían e el desarrollo con espíritu de responsabilidad y autodeterminación.

Se definía a la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades y se la consideraba un derecho humano fundamental. La desigualdad en el estado de salud de los integrantes de una nación y entre las naciones mismas fue considerada inaceptable y motivo de preocupación permanente para todos los países.

El objetivo último se resumía en la frase “Salud para todos en el año 2000”.

 

En agosto de 2007, tuvo lugar en Buenos Aires la “Conferencia Internacional de Salud para el desarrollo, derecho, hechos y realidades”, donde se reunieron las máximas autoridades mundiales del área salud y ministros y especialistas de 60 países. Durante la misma, Halfdan Mahler, director emérito de la OMS, que participó en la redacción de la declaración de 1978, señaló que la intención en estos 30 años fue llegar a una salud para todos, pero advirtió que este tiempo se encontraron con algunas traiciones, como la de impulsar una atención primaria selectiva, reconociendo el fracaso de alcanzar los objetivos.

La Dra. Margaret Chan, actual directora de la OMS, criticó la desigualdad  en el acceso a la atención y señaló la inmoralidad que constituye que tantas personas mueran por causas evitables.
“Hay una brecha insostenible de 40 años de vida entre los habitantes de países ricos y pobres”.

Por otra parte, la Dra. Mirta Roses, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), enfatizó la necesidad de reducir las disparidades injustas y en la necesidad de enriquecer la APS y vincular la promoción de la salud con los condicionantes sociales.

No se entiende entonces que la citada directora de la OPS, al hacer declaraciones a un medio local, sobre la violencia cotidiana que sufren los trabajadores de la salud que atienden a los pacientes, adjudique al médico la responsabilidad de la misma, con el argumento que los facultativos se quedaron confinados a los hospitales y que falla la APS, que además “no tienen la relación personal con el enfermo que tenía hace 40 años que fue rota por el médico, elemento crítico del sistema, tan importantes que moldea al mismo. Privilegian la tecnología, lo que hace que se alejen de las personas, generando más violencia”.

Pero los profesionales de la salud sabemos:

  1. Que la inseguridad y la violencia florecen en todos los aspectos de nuestra sociedad y de muchos países del mundo. Que no son los médicos ni los otros trabajadores de la salud responsables de las invasiones que sufren los países más pobres por parte de los más desarrollados, de los sangrientos enfrentamientos étnicos, tribales y religiosos, ni de la violencia que se aprecia en los programas televisivos, en las pujas deportivas y aún en el ámbito familiar, donde las denuncias por ese motivo subieron en nuestro país más de un 50 por ciento en los últimos cuatro años.
  2. Que hubo episodios de ambulancias atascadas al acudir a un pedido de auxilio y vejaciones que sufrieron los trabajadores de la salud que intentaban ayudar a un presunto enfermo. Además, establecimientos escolares y salas de atención primaria fueron saqueados, destruidos y/o incendiados, en horas de la noche cuando no había personal de custodias que los protegiera.
  3. Que varios de nosotros hemos vivido alguna acción de rescate de un delincuente internado en un Hospital Público para reponerse de un “accidente laboral” con el consiguiente peligro que afrontamos quienes trabajamos para salvarle la vida.
  4. Que nuestra República atravesó avatares económicos que culminaron con el avasallamiento de un derecho esencial como el de la salud,

Pero lo que no dijo la Dra. Roses lo dijo la Dra. Chan: “Muchos gobiernos están preocupados porque no llegarán a cumplir las metas. El sistema de distribución de salud es débil. NO HAY SUFICIENTES RECURSOS HUMANOS. La salud deberá estar en el lugar más alto de la agenda política de cada país”.
Tantos mensajes contradictorios de la misma persona y aún de diversas autoridades a nivel mundial pueden inducir a la confusión.

Los que trabajamos efectivamente en salud y confrontamos diariamente la realidad que vivimos sabemos que las causas de la violencia son múltiples y que ninguna simplificación del problema puede llegar a solucionarlo.
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