Catástrofe y epidemias han puesto a prueba en todas las épocas a los sistemas de salud, y a la solidaridad de los pueblos.
La epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires, y que tanto dió que hablar y escribir hasta hoy, fue un claro ejemplo de lo que una población puede padecer, de la falta de preparación para estos eventos, y de la abnegación y entrega de personas dispuestas incluso a dar la vida por sus semejantes.
Más cerca de nosotros las tragedias de la AMIA, la Embajada de Israel y Cromagnón, no solo significaron un horror desde el punto de vista humano y social, sino que pusieron a prueba la abnegación y entrega de la gente y una cobertura de los servicios de salud, fundamentalmente del hospital público que nos llenó de orgullo.
Muchísimas veces desde esta tribuna, abogamos por el mejoramiento del área de salud en todos sus niveles, que es tenido en cuenta en los discursos preelectorales pero que escasa respuesta y resultados obtiene pasadas las elecciones.
Dengue e influenza A HINI han puesto al descubierto anarquía e incluso discrepancias en la información entre distintas áreas, imprevisión absoluta desde el punto de vista epidemiológico, y la crónica carencia de infraestructura, aparatología e insumos, que se hizo mucho más dramática en las actuales circunstancias.
Nos enteramos con asombro sin embargo, que diversos países, potenciales afectados futuros, miran con atención el proceso Argentino e incluso han enviado observadores.
Y por lo menos hasta el momento, si bien hubo un importante número de enfermos graves y muertos, el problema no alcanzó las dimensiones dantescas que se esperaban.
Ello no ocurrió por casualidad.
Fue consecuencia de la idoneidad, sacrificio y entrega de los trabajadores de la salud que pagaron muy cara sus solidaridad con cerca de un 35% de sus miembros afectados por la enfermedad.
No podemos menos que sentir un orgullo legítimo por pertenecer a esta profesión honrada por tantos y tantos sacrificados trabajadores.
Nuestro mensaje y pedido, una vez más, es que políticos y funcionarios tomen conciencia de una vez por todas que en lo referido a salud no valen improvisaciones sino políticas de estado que prevean posibles eventos como los actuales sin descuidar la salud de todos los días, de un pueblo acostumbrado a las carencias y deficiencias que no merece los gobernantes que tuvo y tiene.
Puede ser que alguna vez sean oídos los permanentes reclamos de las Entidades Médicas y comencemos a transitar un mejor camino. |