No es costumbre de esta página editorial
tratar temas que excedan el ámbito
de los problemas de la salud de nuestro
país y de los médicos que
trabajamos en él.
Los temas políticos, económicos
o sociales los pensamos y encaramos en tanto
influyan sobre nuestra tarea específica
para ayudar a solucionarlos desde nuestro
modesto ámbito.
Pero la asunción como Presidente
de los Estados Unidos de Barack Obama, hombre
de color hijo de un hombre negro de Kenya
y una mujer blanca norteamericana ha provocado
en todo el mundo una sensación de
comienzo de una nueva época para
alimentar la esperanza de un mundo mejor.
Pocas veces una ceremonia oficial y un líder
político han suscitado una ola tan
grande de voluntades en el mundo deseándole
los mejores éxitos y una mayor suerte
en la titánica tarea que le espera.
La llegada al poder presidencial en Estados
Unidos de un hombre de color era una cosa
impensable y utópica hace sólo
cincuenta años, donde todavía
existía una discriminación
racial y social, contra la que muchos visionarios
e idealistas como Martín L. King
lucharon y dieron sus vidas.
La tarea que tiene por delante es ímproba.
El mundo se halla sumergido en una colosal
crisis económica a la que no escapa
nuestro país.
La pobreza y la marginación social
de millones de personas siguen creciendo.
Hay guerras en distintas partes del mundo
por razones que al hombre común le
cuesta comprender.
El hambre y la falta de salud son crónicas
en muchos lugares de la tierra.
El inmenso poder que a partir de ahora tiene
el nuevo presidente de la nación
más importante del mundo actual debe
ser usado en forma rápida para ir
solucionando todos estos problemas y la
inmensa mayoría de la gente en el
mundo lo acompañará por el
camino de la paz y de la solidaridad.
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