El sistema sanitario argentino basado en
tres pilares, el Hospital Público,
las obras sociales y la medicina prepaga
lleva ya un largo tiempo sin modificaciones
y fue elaborado en un tiempo de plena ocupación
laboral y de una medicina sin los avances
tecnológicos con que contamos en
nuestro días.
Ante las recientes epidemias de dengue y
de gripe A, el sistema público se
vio sobre demandado y colapsado en algunos
lugares pues la cantidad de pobres e indigentes
que se estima en más de ocho millones
de personas recurrieron al hospital y a
los centros de atención primaria.
Es necesario que en la Argentina se establezca
un centro nacional para el estudio, la detección
y el seguimiento de enfermedades infecciosas
que elabore políticas a largo plazo,
que no dependan del poder político
de turno y que tenga autoridad en la material
a nivel nacional.
Es imprescindible que el personal médico
esté capacitado y cuente con la necesaria
experiencia en el manejo de estas enfermedades
para evitar medidas contraproducentes y
decisiones políticas que no tienen
sustento sanitario.
Resulta incomprensible que recién
después de finalizados los últimos
comicios en nuestro país trascendieran
los datos verdaderos de la pandemia de gripe
A y con la asunción del nuevo Ministro
de Salud se comenzara a trabajar en forma
sería para encarar el problema. Lamentablemente,
sólo después del comicio se
empezó a conocer la verdad de la
situación y se destinaron los recursos
económicos para paliar en lo posible
la gravedad del problema. Pero antes ya
se habían gastado ingentes sumas
de dinero para las campañas electorales
y solamente los médicos y los trabajadores
de la salud que están en la trinchera
de los hospitales conocíamos la realidad.
La enseñanza que nos debe dejar tanto
la epidemia de dengue como la de gripe A
es que se debe encarar de frente y sin ocultamiento
cuando se produzcan estas situaciones y
ponerla en manos de expertos sanitaristas
e infectólogos y no dejarlos en manos
de políticos con buena voluntad y
pocos conocimientos.
Además, como decíamos al comienzo,
reestructurar el sistema sanitario, dando
preponderancia al sector público
para atender a la población pobre
y carenciada que es la más demandante,
y centralizar el comando nacional para hacer
más efectiva la lucha contra otra
pandemia como la que todos padecemos.
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