Vemos en los últimos tiempos una espiral de violencia en todos los ámbitos de nuestra sociedad; y pareciera que se ha instalado para quedarse.

Violencia que se refleja en la televisión y en la prensa escrita y que se manifiesta aún en lugares que se supone deben estar lejos de estos episodios.

Ante las circunstancias más nimias hay una respuesta que excede los límites de la cordura. Tomas de colegios con posterior vandalismo en una iglesia cercana por estudiantes que se supone, tienen un nivel cultural superior.

Una profesional que ataca a un auto mal estacionado con un arma de fuego sin medir las consecuencias. Una mujer que se queja por los perros de su vecina, es asesinada por ésta, posiblemente una enferma psicótica.

Agresiones en las últimas semanas en diversos actos políticos y a la casa de un gobernador, que hasta ahora no han causado muertes, aunque sí heridos.

El episodio del ataque a la casa del gobernador de Santa Fe es la forma en que comenzaron a actuar los carteles de narcotráfico de Colombia y México.

No hablemos ya de la violencia instalada y sin solución en las canchas de fútbol, en las cuales dentro de poco solamente estarán los jugadores, los árbitros y las cámaras de televisión.

Por lo que toca a los médicos, la violencia en los hospitales y sanatorios es cosa de todos los días y motivo de reuniones y jornadas de estudio para tratar de encontrar una solución al problema. Es evidente que la sociedad está enferma y la salida es tratar entre todos de bajar los decibeles de la confrontación, buscar el diálogo y el consenso y educar al pueblo.

La educación no debe ser solamente en la familia y en la escuela, sino fundamentalmente en los medios masivos de comunicación, que son los que llegan más fácilmente a todos los hogares.

No dejemos que nos acostumbremos a la violencia cotidiana. La serenidad comienza en cada uno de nosotros.