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Iniciativa interinstitucional del CEDES y la OPS
Bebidas azucaradas bajo la lupa
Un estudio reveló que aumentar el precio de las gaseosas un 10% bajaría el consumo un 12% y evitaría cerca de 500 muertes anuales por enfermedad cardiovascular. “Es necesario implementar políticas públicas efectivas y basadas en evidencia para desalentar este consumo y proteger la salud” dice el Dr. Raúl Mejía, responsable del proyecto BASTA -Bebidas Azucaradas, Salud y Tarifas en Argentina-.
 
 
“Argentina está sufriendo la epidemia silenciosa de enfermedades no transmisibles (ENT), responsable de numerosas enfermedades y consecuentes defunciones prematuras que repercuten significativamente en un gran número de personas durante sus años de vida más productivos. La carga social y económica que representa esta epidemia es responsable de gran parte del gasto en salud del país”. Así comienza el Enfoque Multidisciplinario del Proyecto BASTA -Bebidas Azucaradas, Salud y Tarifas en Argentina-, un trabajo realizado por el CEDES -Centro de Estudios de Estado y Sociedad junto a la OPS -Organización Panamericana de la Salud- que revela que aumentar el precio de las gaseosas un 10 por ciento bajaría el consumo un 12 por ciento y evitaría así, cerca de 500 muertes anuales por enfermedad cardiovascular.
La epidemia de las ENT está impulsada en gran medida por el consumo de productos como el tabaco, las bebidas alcohólicas y los alimentos ultra procesados, unido a la inactividad física; la población de menor nivel socio-económico y los segmentos más vulnerables, son los más afectados. El consumo de bebidas azucaradas contribuye en forma significativa a esta epidemia debido a su efecto sobre la obesidad y la diabetes, y por ende a la mortalidad cardiovascular. Argentina es uno de los mayores consumidores de bebidas azucaradas del mundo y sería necesario que se implementen políticas públicas efectivas y basadas en evidencia para desalentar este consumo y proteger la salud, sobre todo de los grupos más vulnerables.
El Dr. Raúl Mejía está al frente del Área de Salud, Economía y Sociedad del CEDES y es uno de los responsables de este proyecto. En el Hospital de Clínicas se especializó en enfermedades crónicas no transmisibles. “Si me pudiera definir, soy un experto en tabaco”, dice y cuenta que “hace unos años empezamos a estudiar otras ENT donde intervienen las industrias del alcohol y de los alimentos procesados, con un comportamiento similar que el que tuvo el tabaco hace 30 años, cuando empezamos la lucha”. “No puedo decir que le ganamos la pelea, pero sí que le pegamos una buena piña a la industria del tabaco. El consumo cayó más de un 35% en los últimos años” subraya.
En esa misma línea de acción hoy se anota otra batalla: la lucha contra las bebidas azucaradas. Con el soporte financiero del International Development Research Centre (IDRC) de Canadá el CEDES implementó el Proyecto BASTA con el propósito de generar un corpus de evidencia científica que pueda ser utilizado por los responsables de la formulación de políticas públicas para implementar leyes y regulaciones que disminuyan el consumo de estas bebidas en nuestro país.
 
 
Una industria poderosa
“Cuando comenzamos con este recorrido encontramos que de gaseosas no había nada, ningún estudio. Era un tema tabú. Era tan nada, que no se sabía ni cómo estaba constituida la industria de las bebidas azucaradas. Hicimos una propuesta bastante integral que incluyó el mapa de actores, las fuerzas que interactúan, dónde está el poder, quiénes son los enemigos y quiénes son los aliados. El segundo paso fue buscar el marco legal. Un equipo de abogados de la Universidad Don Torcuato Di Tella hizo esa parte. Y se recabaron leyes y experiencias que crearon el marco legal para subir los precios y los impuestos”, cuenta el Dr. Mejía.
Faltaba entonces el análisis económico. ¿Cuánto se toma en realidad y cómo responde el consumo a las variaciones de precio? Eso también se midió y el resultado fue concreto: Si sube el precio de las bebidas azucaradas un 10 % cae el consumo un 12%. “Se llama elasticidad precio-demanda”, explica el Dr. Mejía y cuenta que con esos números se trabajó sobre el impacto que tendrían en la salud el resultado final es el trabajo publicado.
“El impuesto a las gaseosas surge inicialmente desde el ámbito de la economía. Ellos sabían que estábamos con esto y nos dieron los datos, que sirvieron para darle el aspecto sanitario al componente de la reforma tributaria” detalla el experto y subraya que “desde el Ministerio de Salud de la Nación hubo un apoyo directo y explícito”.
La propuesta se presentó en el Congreso, pero llegó a una etapa de discusión que excedió a la investigación, y así fue como el impuesto a las gaseosas no prosperó, como tampoco lo hizo el impuesto al tabaco. “Es un retroceso”, se la- menta Mejía y cuenta: “un canadiense hace muchos años hizo un estudio sobre cómo se genera una política pública en salud y llegó a la conclusión de que sólo el 5% es evidencia científica, el resto es oportunidad política. Y escribió una frase que lo sintetiza “las políticas públicas son como las salchichas: nos gusta comerlas, pero no queremos saber cómo se hicieron”.
 
 
Cómo seguimos
Aún no hay datos sobre cómo impactaría una real suba de impuestos en el presupuesto de salud. “Nosotros medimos cuánto dinero se salvaría por cada vida que se pierde por esta causa, pero en la Argentina ese número es tramposo”, dice Mejía y explica que en enfermedades cardiovasculares la inversión es bajísima. “El tratamiento de un infarto en las primeras cuatro horas es la hemodinamia y ese recurso no existe en la urgencia, que además es carísimo. Entonces es difícil medir el costo-efectividad; no sabemos cómo medir porque no se gasta”.
¿Cuál es el camino posible? “Desnaturalizar el uso de las bebidas azucaradas”, asegura Mejía. “El cambio cultural tiene que empezar limitando la publicidad, sobre todo la que va dirigida a los chicos” y agrega: “No puede ser que en las escuelas se venden gaseosas pero no haya un bebedero; tiene que haber disponibilidad de agua potable y fresca”.
La problemática es tan compleja que debería ser determinante para que sea tomado en cuenta en las próximas políticas públicas. “Ya se atravesó la etapa científica, estamos en la etapa de la promoción y visibilización, esperemos que a partir de marzo pueda ser trabajado nuevamente a nivel legislativo desde las comisiones de Salud” señala Mejía y finaliza: “Cuando uno quiere lograr un cambio, lo primero que tiene que tener es la evidencia y generar la sensación de alarma. Nosotros estamos en la etapa de generar la sensación. Falta que empiezan los líderes a impulsar el cambio y a juntar masa crítica. Hay algunos líderes que están están encendiendo la sensación de alarma. La comunidad sabe que algo está pasando”.
 
 
Por María José Ralli