La pandemia que estamos transitando ha conseguido algo impensado, que se instale el foco de atención de la gente en el sistema de salud.
Ya se habla poco de reforma laboral, previsional, tributaria o judicial, y la política, rápida de reflejos ante esta situación, por primera vez intenta darle prioridad a la salud, que siempre fue dejada de lado en los distintos gobiernos.
Ahora no hay discusión política en donde no aparezcan índices sanitarios y epidemiológicos como centro del debate.
Y también aparecen las ideas sobre la reforma del sistema de salud aún en personas que nunca hablaron del tema en su larga carrera política.
Nuestro sistema de salud segmentado en tres subsectores, el público, el privado y prepago y el de obras sociales, ya tiene una característica instalada, con sus bondades y debilidades, que debe ser considerada y evaluada en profundidad por aquellos que saben del tema. Por lo cual pensamos que se deben hacer políticas de salud y no política con la salud.
La política de la salud debe ser de Estado, que continúe en el tiempo sea el espacio político que gobierne, cosa que no siempre se pudo lograr.
Para ello, se deben consultar a todos los sectores del sistema, y en nuestro caso a las entidades representativas de los médicos que saben de los problemas y lo viven en forma permanente.
Se deben mantener muchas cosas que funcionan correctamente y mejorar aquello que sea deficiente, consiguiendo previamente acuerdos entre todas las partes involucradas.
Una reforma del sistema de salud requiere de un período largo de implementación y evaluación y no se debe hacer en forma espasmódica o por conveniencias políticas coyunturales.
Sería deseable que luego de la pandemia, la salud siga siendo prioridad en los programas de cualquier gobierno. |