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Entrevista Carina Balasini: Médica especialista en Terapia Intensiva y titular de la Regional CABA/Gran Bs As de SATI
“La contención emocional no llegó a las terapias”
El 97% de los médicos intensivistas del país tiene síntomas de burnout tras la segunda ola de la pandemia de Covid-19. Una encuesta nacional también revela que el 92% tuvo miedo de contagiar a su familia y el 47%, miedo de morir. Las conclusiones a cargo de la especialista Carina Balasini.
 
 
Un trabajo presentando en el último congreso nacional de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) por los intensivistas Carina Balasini, junto a sus dos colegas de guardia Leandro Tumino y Pablo Canavessi reveló un fuerte crecimiento de los casos de burnout (síndrome de desgaste laboral) entre los profesionales de esos servicios durante la segunda ola de la pandemia de Covid-19.
La encuesta anónima realizada en todo el país arroja que el 97% tienen síntomas de burnout. El pluriempleo sumado al trabajo sin relación de dependencia, jornadas extenuantes de trabajo, falta de días de descanso y falta de horas de sueño fueron los determinantes que impulsaron un crecimiento de 20 puntos con respecto a un trabajo similar que habían realizado en 2019, cuando el 77 por ciento de los 500 entrevistados manifestaba esos mismos síntomas.
“El burnout afecta la relación de los profesionales con su familia y con sus compañeros de trabajo. Su estado emocional y de agotamiento físico y psíquico lo lleva a disminuir el rendimiento en el trabajo, ausentismo y a cometer errores exponiendo a los pacientes y a sus propios compañeros. Hay un pobre autopercibimiento del síndrome por priorizar la salud de los pacientes sobre la de uno mismo. Solo un tercio indica que va a buscar ayuda”. Estas fueron algunas de las conclusiones del estudio.
Al final de la segunda ola 1469 profesionales de 1509 presentaron burnout de los cuales eran médicos 37%, enfermeros 38%, kinesiólogos 17%, residentes 6% y otros 1%. El mismo trabajo concluye que casi la mitad de los profesionales de UTI´s del país que tienen burnout se infectaron de Covid-19 en tanto que “se observa una pobre contención emocional del equipo de salud dentro de la institución donde trabaja” mientras que “casi la mitad ha pensado en dejar la especialidad y la profesión”.
En diálogo con Femecon Informa Carina Balasini sostiene que “ya nos parecía alto el porcentaje hace dos años y sin pandemia, un número bastante arriba comparado con la de otros países en la misma especialidad” y argumenta que en gran parte es porque “tenemos tres trabajos, ganamos menos y tenemos una enorme carga laboral. En otros países los terapistas hacen una guardia semanal y trabajan por la mañana en algún hospital, nosotros hacemos hasta tres guardias por semana y ahí podría estar la diferencia”.
 
 
¿Por qué decidieron encarar esta encuesta, con qué objetivo?
Después de pasar la primera ola de la pandemia empezamos a notar entre los compañeros que el que había dejado de fumar había vuelto a hacerlo, que dejaron de dormir bien, que empezaron a tomar pastillas para dormir. Aumentó el consumo de analgésicos por dolores de cabeza intensos, incluso consumo de otras sustancias. Los terapistas somos pocos, las terapias estaban colapsadas, lo veíamos y teníamos que medirlo, ponerle un número. Y ese fue el resultado del trabajo. El primer día que enviamos la encuesta en menos de 24 horas ya teníamos más de mil respuestas. La gente necesitaba expresarse y mostrar cómo era la realidad en ese momento.
¿Por qué cree que se llegó a ese límite?
Porque la mayor parte de los profesionales tiene un solo día de descanso, el resto de la semana trabaja. En la segunda ola llegamos a dar vuelta para que respiraran mejor a 14 pacientes en una sola guardia, algunos entre diez personas porque ya no nos daba el cuerpo para hacer fuerza. Eso trae como consecuencia un desgaste físico y emocional, saber que entrábamos a la terapia y nos podíamos enfermar, incluso morir, enfermar a la familia, o que nuestra familia se podía morir por nuestra culpa. Eso genera mucho cargo de conciencia. Es cierto que puede pasar lo mismo con otras especialidades, pero lo cierto es que a nosotros se nos murió el 50 por ciento de las personas que atendimos. Y hay terapias en las que se les murió el 80 por ciento de los pacientes.
No nos preparamos para ese resultado, la mortalidad normal en una terapia es del 20 por ciento. Con la pandemia se nos murieron chicos de 20, 30 años y muchos no pudieron superarlo. Uno llega a frustrarse como profesional, vimos mucho sufrimiento. Antes de ser entubados los pacientes nos pedían los celulares para despedirse de sus familias y lo último que veían eran nuestros ojos porque las máscaras no dejaban ver otra cosa; ni siquiera sabían quiénes lo estaban atendiendo.
Ahora que hay un diagnóstico, ¿cuáles son los cambios que se necesitan para revertir esta situación?
El trabajo es reciente, lo presentamos a fin de noviembre en el Congreso de la SATI y lo tenemos que escribir para poder publicarlo. Ahora lo que queremos es que salga a la luz para que haya alguna devolución. Hay varias cosas por hacer, una de ellas es contar con contención emocional. Se les brindó a los familiares pero se olvidaron de nosotros. En el peor momento de la pandemia no nos pusimos a pensar si la necesitábamos, porque los médicos estamos acostumbrados a ayudar a los demás y no a pedir ayuda. Hoy podemos decir que la contención emocional tiene que llegar a las personas que lo necesitan en el momento indicado y en forma masiva. Y todas las terapias debieran tener contención emocional. Pasó la segunda ola y nadie se preocupó por si estábamos bien o mal, no hubo una política de contención al equipo de salud y además esto no se terminó, porque pasamos a tener pacientes no covid y las terapias están llenas. No dejamos de trabajar y lo hacemos en las mismas condiciones.
¿Cuál es hoy la realidad del recurso humano en las terapias?
Este año no entraron muchos residentes para la especialidad, hay cargos vacantes, la gente elige otras especialidades porque la terapia tiene alta carga de estrés, además de pluriempleo y pobres salarios.
Sin dudas tienen que mejorar las condiciones laborales. Muchos dejan la especialidad porque no quieren pasar otra vez por lo mismo, y a este paso nos vamos a quedar sin médicos. La formación demanda muchos años y hay lugares vacíos de formación. Algo hay que hacer, o jornadas más cortas o que ganen lo suficiente para no tener que ir de un trabajo al otro.
Por otro lado, están subiendo los casos, la pandemia no se terminó y muchos terapistas dejaron de hacer guardia para pasar a hacer otras funciones o especialidades. El recurso humano es insuficiente y las terapias intensivas ahora están llenas de pacientes no covid pero que tienen que ser asistidos. Politraumas, cirugías complejas, pacientes oncológicos que durante dos años no pudieron ir al hospital, no se hicieron controles y hoy vemos cánceres avanzados. Cuando un paciente se complica va a terapia intensiva y es una parte muy importante del hospital. La diferencia entre un especialista en terapia intensiva y un no especialista es que se mueren menos pacientes. Si los que están formados se van y nos quedamos pocos estamos muy mal. Nosotros y todos.
Pero esta situación no es nueva...
No, no es nueva. Con la pandemia de H1N1 también tuvimos las terapias colapsadas pero no se visibilizó. Cuando terminó esa pandemia salimos a decir que éramos pocos y nadie nos escuchó. Si se hubieran optimizado los recursos para que los especialistas formados no se vayan a otras especialidades, hubiera sido otra la situación. En el trabajo también quedó reflejado que tuvimos compañeros con intento de suicidio, y como la encuesta es anónima no sabemos cómo los podemos ayudar. Más de cien personas tuvieron ideas suicidas y ese dato es tremendo.
El objetivo fue mostrar cómo estuvimos y cómo estamos, poner un número para que alguien se encargue. Tenemos que encontrar la forma de trabajar con otro bienestar, porque las necesidades siguen estando.
 
 
Por María José Ralli